“Cuando salga de esta, voy a comprarles regalos a todos”, canta el cantante israelí Eviatar Banay.
Yo ya recibí mi regalo. Como todos los que nos salvamos el sábado 7 de octubre de 2023, nuestro regalo es la vida. Alrededor de las 12:30 del mediodía de ese día no era seguro que fuéramos a recibirlo.
Yo misma vi pasar a la muerte disfrazada de dos terroristas que caminaban junto a mi ventana, cuchillo en mano, hacia nuestro jardín.
En ese momento en casa éramos seis. Nosotros, nuestros hijos, un amigo de nuestro hijo Ytai que se había quedado a dormir la noche del viernes y Yenni, una de las fundadoras de Netiv Ha Asará, nuestro moshav. Yenni había salido a hacer su rutinaria caminata de las 6 de la mañana cuando se encontró en medio de un tiroteo y pidió entrar en la primera casa que vio. Era la nuestra.
"Lo único que me pasaba por la cabeza era: "no nos dejaremos matar antes de pelearla". Entonces, alguien intentó abrir la puerta de entrada a la fuerza."
Nos metimos en el refugio y en un minuto nos dimos cuenta de que era imposible atrancarle la puerta blindada. Nos mantuvimos en un total silencio y esperamos en la oscuridad. Solo Dios sabe por qué, de la nada decidí salir a traer cuchillos de la cocina. Lo único que me pasaba por la cabeza era: "no nos dejaremos matar antes de pelearla". Entonces, alguien intentó abrir la puerta de entrada a la fuerza. Si alguien alguna vez se lo preguntó, es así como se vive el terror.
Durante cuarenta minutos mi marido Ilan y yo no cejamos en nuestros esfuerzos para protegernos. Él presionando con toda sus fuerzas el picaporte de hierro por dentro y yo, con los cuchillos a la espera. Nuestro hijo Ofer intentaba mientras tanto avisarle sin éxito a quien fuera que estábamos en peligro.
Después de oir una ráfaga de disparos al lado de nuestra casa, escuchamos hebreo (quien no haya estado en una situación como esa, no puede imaginarse la pequeña-gran felicidad que es escuchar hebreo). Cuando salimos sigilosamente del refugio, descubrimos que habían intentado entrar a casa y como por un gran milagro, un amparo de la providencia y obviamente también algo de suerte, se arrepintieron y escaparon.
Nuestra teoría es que quizás vieron a Hugo, nuestro perro, que no llegó a meterse en el refugio con nosotros, se asustaron y lo pensaron mejor. Por suerte, ignoraban que un encuentro con nuestro Pitbull solo hubiese acarreado movidas de cola y lamidas de cara.
Soldados israelíes atraparon a esos terroristas, pero todavía se me siguen apareciendo en sueños noche a noche.
Ahora solo tengo una duda: ¿cómo se puede agradecer semejante regalo. ¿Decir gracias?,¿muchas gracias? No sé, me parece insuficiente.
En la foto, Hugo “el feroz”. En cuanto a nuestra gata, por ahora no sabemos qué fue de ella.
Oshra B.