Quienes que me conocen ya lo saben, pero quiero que todos y cada uno de ustedes sepa y escuche lo que nos pasó a mí y a mis amigas, quienes ya no podrán contar esta historia.
Nahal Oz fue mi segundo hogar durante casi dos años. La base [del ejército], el kibutz, el mejor servicio [militar] que podría haber deseado, con amigas increíbles que pensé que se quedarían conmigo de por vida. Hasta el sábado 7 de octubre de 2023.
Nos despertamos a las 06:00 con el sonido de explosiones. Aunque anteriormente ya había experimentado escaladas [de violencia] y operaciones [militares], sentí algo raro, fuera de lo común. Salí corriendo descalza hacia la barricada de concreto con el resto de las chicas,
vistiendo nada más que sostén y pantalones cortos de pijama. El ruido de las explosiones no cesó. Allí estuvimos sentadas hasta que uno de los [soldados de la unidad de] Rastreadores nos pidió que nos apegáramos a la pared. De repente recibió una llamada informándole de una infiltración y salió corriendo. Nosotras nos quedamos allí, con un pánico terrible, sin saber lo que iba a pasar.
Escuchamos gritos de “¡Ataque! ¡Ataque!" en el sistema de megáfonos de la base militar y comprendimos que se habían infiltrado terroristas. Ni en mis peores pesadillas me habría imaginado que tantos terroristas entrarían a la base. Empezamos a escuchar disparos. Al principio la batalla parecía lejana, pero cada vez se acercaba más. El fuego cruzado cesó y los disparos comenzaron a venir de un solo lado: el de los terroristas. Me di cuenta: están aquí.
Los disparos llegaron hasta nosotros, hasta la barricada. Ráfagas de balas sin cesar; dispararon granadas y nosotras no estábamos armadas, exceptuando a las soldados de combate de la Unidad Sky Rider, que hicieron todo lo que pudieron y abrieron fuego. Había humo por todas partes y no podía ver nada. Los disparos no cesaron ni un segundo.
Milagrosamente escapé de la barricada y corrí como nunca en mi vida lo había hecho. No miré hacia atrás, entendiendo que probablemente no sería capaz de hacer frente a lo que vería.
"Durante horas nos mantuvimos en el suelo, ninguna de nosotras hablaba ni siquiera respiraba. Orando para escuchar hebreo o para escuchar sonidos de una batalla."
Logré entrar a una de las habitaciones con algunas de las otras chicas. Estaba cubierta de sangre y no podía distinguir cuál era mía y cuál no. Nos tumbamos en el suelo, escuchándolos matar y destruir mi hogar. No quedaba nadie que luchara contra ellos.
Me quedé en el suelo, llena de impotencia, asustada y aterrorizada hasta lo más profundo de mi alma, y oré a D’s bendito sea su nombre, como nunca antes lo había hecho, suplicándole que me salve, pidiéndole a mi padre un milagro para mantenerme con vida, orando por las chicas en la sala de comandos, para que [los terroristas] al menos a ellas no las alcanzaren.
Durante horas nos mantuvimos en el suelo, ninguna de nosotras hablaba ni siquiera respiraba. Orando para escuchar hebreo o para escuchar sonidos de una batalla... Saber que alguien estaba luchando contra ellos.
Mas nada, ninguna batalla, sólo ellos cantando y bailando mientras asesinaban a todas las personas que amo. No había nadie a quien llamar, ni señal, ni red, ni electricidad. Francamente, entendí que lo único que nos restaba era orar.
Las chicas comenzaron a orinarse por miedo y ansiedad. ¡¡Dos veces intentaron entrar en nuestra habitación!! Sabían que estábamos allí y rompieron la ventana para tirar una granada. Gracias a un milagro, la fuerza aérea atacó desde el cielo y huyeron. Durante horas, nos quedamos bajo una ventana rota desde la cual podían vernos, ¡y nos salvamos!
"Mi hogar, mi refugio, se había convertido en un cementerio."
De repente escuchamos hebreo. D’s había enviado ángeles para salvarme: soldados de la Unidad de Patrulla de Paracaidistas vinieron y preguntaron si había alguien dentro. No lo podíamos creer. Al principio pensamos que los terroristas nos estaban engañando. Pero no, estaban allí para rescatarnos.
Abrimos la puerta con manos temblorosas. Nunca olvidaré lo que vi cuando salí de la habitación. Mi hogar, mi refugio, se había convertido en un cementerio.
Había fuego y humo por todas partes. Cantidades de sangre. La sangre de mis amigos. La cantidad de cadáveres estaba más allá de toda comprensión.
El corazón se me partió y nunca más volverá a estar completo. Pero prometo que saldré de esto más fuerte y vengaremos el cruel asesinato del cual mis amigas y amigos fueron víctima.
Agradezco a D’s bendito sea su nombre, por el milagro que viví y por la segunda oportunidad de vivir que he recibido. Aprecien y amen a vuestros seres queridos. Nunca se puede saber lo que ocurrirá mañana.
Eden B.