En plena fiesta, los cohetes empezaron a cubrir el cielo y nos dimos cuenta de que teníamos que correr.
Casi todos estaban pasados de alcohol.
Le quité las llaves del auto a alguien que acababa de conocer y comencé a conducir como loca, tratando de escapar.
Escuchamos tiroteos en todas direcciones. Mataban o secuestraban a la gente que estaba en la fiesta. No sabíamos adónde ir. Tuvimos que salir del auto y correr durante tres horas, pero había terroristas por todas partes.
Estaba débil y asustada y no podía correr más, así que nos escondimos debajo de un árbol, cubriéndonos con hojas. Llamamos a la policía y nos dijeron que no podían ayudarnos, que estábamos solas.
En ese momento estaba segura de que no sobreviviría. Le escribí a mi familia, diciéndole que los amaba y que estaba feliz con la vida que había tenido.
Intentamos respirar en silencio, sin llorar, porque los terroristas seguían gritando por todas partes.
Finalmente, le enviamos un video a un amigo que estaba conduciendo por la zona y trató de encontrarnos, con 2% de batería en el teléfono escuchamos la bocina y nos arrastramos hacia su auto. Él fue nuestro ángel guardián que nos salvó.
Millet B.