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Testimonio de sobrevivientes

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Las personas que estuvieron con nosotros en la fiesta ya no están vivas o están desaparecidas

Nataly K.'s story

¡La chica gritaba por teléfono y yo le rogué que se callara porque no me podía concentrar

¿Cómo logramos escapar?


¿Salimos a tiempo?


Estas son las primeras preguntas que todos me hacen.


A la segunda pregunta, respondo que irse a tiempo significa simplemente no haber estado cuando todo sucedió, lo cual, lamentablemente, no fue el caso en mi historia.


Cómo logramos escapar ya es una pregunta con una explicación más larga... que por alguna razón pinta una imagen como si hubiéramos actuado con éxito, cuando en la práctica la realidad fue otra. Era un milagro tras otro y cada decisión que se tomaba y que no terminaba con nuestra muerte, (teniendo en cuenta que tomábamos una decisión cada minuto), resultaba ser una excelente decisión.


Todo comenzó con un amanecer maravilloso. Con música que hace hervir la sangre y sólo pide al cuerpo bailar... un amanecer como un atardecer... que me dejó sin aliento. Esa fue la última vez que me sentí orgullosa de mí misma por traer a mis amigas a esta fiesta.

Nos dirigimos hacia la “Canta” (zona de reposo) a comprar unas gafas de sol. Le dije a Yael que quería ignorar a todos los que estaban allí y meterme en la música. Las gafas de sol son una buena solución a este pensamiento. Yonit vino con nosotras.


En el camino a la “Canta”, una ráfaga de explosiones comenzó del cielo, como nunca antes había oído algo igual. Miré a Yael, quien siempre con voz tranquila, me dijo: "Son bombas de mortero mi vida".


Así que respondí: “Nos vamos”.


Yonit dijo que Tamar y Yifat estaban en la pista de baile.


Primera decisión acertada en retrospectiva: fuimos a buscarlas todas juntas. No sé dónde estaría mi corazón hoy, si no nos hubiésemos movido en grupo.


Regresamos a la “Canta” y empacamos todo al nivel de una orden militar, en 3 minutos ya estábamos con los bolsos en la espalda.

Mientras empacábamos, alguien de la producción subió al escenario y anunció que la fiesta había acabado. Debo decir que lo hicieron de manera tranquila, y luego caminaron entre la gente para asegurar que todos estuvieran bien.

Como alguien que estuvo en el festival de Arad (un festival de música en 1995 donde algunas personas murieron aplastadas debido a una producción negligente), la diferencia fue notable.


Nos apresuramos al estacionamiento. Todas somos madres con al menos 2 hijos cada una, y teníamos claro que debíamos regresar a casa.

En el camino, Yael se dio cuenta que se habían abierto la valla en el medio para permitir un acceso más rápido y ordenado al estacionamiento. Gracias a la producción por eso también .

Yael y yo nos subimos a nuestro auto y Tamar, Yifat y Yonit se subieron al de Yonit. Yonit y yo íbamos conduciendo. Eso me tranquilizó porque Yonit bajo fuego es la mujer más tranquila que existe, sabía que ella cuidaría de ellas y yo de Yael. Comenzamos a conducir.


A la salida se produjo un pequeño atasco.

Alguien empezó a gritarme y a maldecirme para que condujera, pero yo sólo tenía miedo de no atropellar a nadie.

Estaba a punto de responderle, pero Yael me explicó que después habría tiempo para eso y que ahora debíamos seguir adelante.


Empecé a comer todos los bocadillos que trajimos a la fiesta, sólo me relajo cuando mastico. Los autos a nuestro alrededor se reían de mí por comer en un momento como este, y por un segundo me alegré de hacerlos sonreír.


Salimos del atasco a la carretera y un policía me dijo que condujera hacia el sur, hacia Afikim.


Conduje hacia el norte como indicaba el Waze.. No sé si fue una decisión acertada o no, pero estamos en casa.


Condujimos durante 10 minutos hasta que los autos iban quedando atascados frente a nosotras. Vi fragmentos de metal caer sobre el camino y la gente nos gritaba que nos diéramos la vuelta.


Nos dimos cuenta de que el camino estaba bloqueado.


Dimos la vuelta.


Condujimos hacia el sur durante 20 minutos. Nuevamente nos dijeron que diéramos la vuelta; nos sentíamos como ratones de laboratorio, corriendo en círculos. Los policías que nos rodeaban parecían no saber más que nosotros, con todas sus ganas de proteger y brindar servicio, parecían perdidos y estresados.


Volvimos por el mismo camino.


Vimos a Tamar, Yifat y Yonit salir del auto e ingresar a una ¨Migunit¨ (tipo de refugio pequeño contra misiles). Le pregunté a Yael: “¿Deberíamos hacer eso también?”, ella respondió: “¡Conduce a casa!”


Mirando hacia atrás, otra buena decisión.


Después de 4 vueltas en el auto y mucha frustración, nos encontramos nuevamente a la salida de la fiesta, la misma que habíamos dejado hacía casi una hora. Atrapadas en el tráfico.


Yael me dijo: “Hay disparos, ¿Oyes eso?”


“He oído…”

Vi un auto de la policía conduciendo hacia los campos y pensé que nos estaba sacando de la carretera. Lo seguí rápidamente.


No fue sencillo, estábamos en una larga fila de autos, así que conduje al “estilo Tel Aviv”: marcha adelante, marcha atrás y de nuevo adelante, giré el auto casi en su lugar y salimos detrás del auto de la policía.

En uno de mis giros escuché a Yonit gritarme que le había chocado el auto. Vi que su coche estaba bien y le dije que intercambiaríamos detalles en Tel Aviv.


Yonit, Yifat y Tamar salieron del auto a pie y se metieron bajo un puente.


Al día siguiente Yael me contaría que no solo decidí dar la vuelta, sino que las personas en los autos justo delante de nosotras comenzaron a abandonar sus autos y correr hacia nosotras gritando: “¡Nos están disparando!”.

No tenía mi propio recuerdo de este hecho, ¡todo lo que tenía en mente era que debíamos regresar a casa! Yael y yo ya habíamos decidido seguir en auto. Logramos salir al campo pero el auto de la policía ya no se veía, así es que comencé a seguir otros autos, cada uno iba en una dirección diferente.


Nada tenía sentido, no había camino, todos tomaron decisiones (esperando que los llevaran a casa). En una de las vueltas, subieron a nuestro auto 3 personas. Se bajaron a los 2 minutos.

Un segundo después, dos chicas nos pidieron que lleváramos a 2 de sus pasajeros porque se habían quedado sin gasolina.

Les dije a ellas que vinieran con nosotros también, respondieron que estaban bien.


¡Le di gracias a Dios que por primera vez tenía el tanque de gasolina lleno!


Sueño con saber que las dos chicas que se quedaron están bien.


La pareja que subimos al auto era de Eilat y estaban bajo una enorme tensión. ¡La chica gritaba por teléfono y yo le rogué que se callara porque no me podía concentrar!

Ella estaba tratando de que la policía viniera a rescatarlos y en lo único que yo podía pensar era en que estaba estresando a aquellos que intentaban rescatarla mientras que la policía no vendría.


Seguimos dando vueltas, girando a la derecha, a la izquierda, entre "no tengo idea” y “no sé a dónde”.

Me di cuenta de que estaba en un camino rural, que seguramente alguien tomaba para llegar a casa al final de una jornada de trabajo, así que decidí quedarme en ese sendero.


Daba miedo y todo estaba lleno de polvo. No veíamos nada.


El campo estaba abierto, éramos como tiros al blanco en él y mi mayor temor era que quedáramos atrapados en la arena.

Yael seguía mirando el mapa para asegurarnos que nos dirigíamos hacia el este, porque la fiesta era al oeste. Yo estaba segura de que solo en la fiesta nos dispararían.


Me di cuenta de que la fiesta había llegado a las noticias porque comencé a recibir mensajes preguntándome si estaba bien.

Les respondí a todos que estaba bien pero que estaba trabajando en sacarnos y no podía hablar. En mi corazón sabía que cada dos minutos mi respuesta podría convertirse en una mentira.


Cada giro que terminó con que no nos asesinaran me hacía suspirar de alivio, y cada nuevo giro que tenía que tomar me quitaba todo el aire de los pulmones.

Vimos un jeep blanco con muchas personas dentro, sosteniéndose de las barras laterales; estábamos seguros de que eran terroristas, cuando nos acercamos vimos que eran chicos de la fiesta.

Al día siguiente, Yael y yo nos preguntamos si habíamos visto secuestrados o sobrevivientes, y de cualquier manera, nos alegramos de que no nos dispararon.


Vimos un auto atascado a un costado del camino y alguien nos señaló para que nos detuvieramos. Al principio Yael me dijo que siguiera manejando y con razón... no sabíamos quiénes eran. Cuando nos acercamos, nos dimos cuenta de que eran de la fiesta.


Su auto se había atascado; les pasó lo que yo tanto temía.


Les dije que quien quisiera subirse al auto... empezaron a discutir quién subía y quién se quedaba. Nadie quería ocupar el lugar de otro en el rescate.


¡Nunca me había encontrado con tanta humanidad!


Les grité que alguien se subiera, Yael les dijo a los demás que se subieran a otros autos, uno por uno y no intentaran moverse en grupo. (Sueño con saber que están bien).

Daniel, de Holon, subió al auto. Estaba con una amiga al teléfono. Su novio, amigo de él, fue asesinado junto a ella y ella estaba sangrando. Nadie venía a ayudarlos. Ella rogaba para que alguien le ayudara a detener la hemorragia.


Le dije a Daniel que tenía que colgar y ella tenía que llamar a la policía. Me dijo que no entendía.


Le dije que lo único que sabía era que estaba conduciendo y esto me estaba desmoronando, y que necesitaba menos emociones y más calma y concentración para funcionar.


Él entendió y se encargó de eso.


En este punto, él no podía creer que había dejado atrás a sus amigos, y yo me alegraba de que él estuviera vivo. Yael continuaba dirigiéndonos hacia el este.


Un amigo de Yael estaba en casa, Yael le envió nuestra ubicación en tiempo real y él nos alejaba de las sirenas y peligros de bombas que veía en su pantalla.

Éramos una privada y pequeña sala de guerra.

Yael le envió mensajes con nuestra ubicación en tiempo real a Yonit, Yifat y Tamar y les leyó señales que veíamos en el camino, para que siguieran en nuestra dirección.

El auto de Yonit se detuvo, no se movió durante 10 minutos. Yael y yo no podíamos respirar.

Llamamos a Yogev a su casa y le dijimos que llamara a Yonit y a Tamar de inmediato y nos avisara que estaban bien.


Todavía estábamos huyendo.


En ese momento no podía entender por qué tenía tres personas que no conocía en la parte trasera de mi auto cuando tres de mis amigas no estaban allí. Un duro sentimiento, por el que siempre me sentiré culpable.


Yonit pudo enviar un mensaje grabado a las “Hadas” (nombre de nuestro grupo de amigas)


Estaban en el búnker (una construcción hecha de hierro y hormigón, que se utiliza para protegerse de los bombardeos, tanto de la aviación como de la artillería) de Tze’elim, habían sido recogidas por los soldados. También habían recogido a seis personas más en la parte trasera del auto.

Logramos llegar a la carretera No. 6, la chica de Eilat nos pidió que paráramos para orinar. Yael y yo la miramos, '¿En qué película estás viviendo?' ¡No paramos!

Cuando llegué a la zona de Kiryat Gat me di cuenta de que Ashkelon estaba delante nuestro y que podíamos estar en la última zona segura, antes de entrar en otro infierno desconocido.


Nataly K.

Hice una parada para que todos pudieran ir al baño.


Seguimos avanzando, con un humo denso en el cielo frente a nosotros. Ya estábamos a salvo, pero no nos sentíamos así en absoluto. Nuestros pasajeros comenzaron a pedirnos que nos detuvieramos en el camino, pero Yael y yo no pasamos por todo esto para correr el riesgo de no alcanzar a llegar sanas y salvas a donde nuestras hijas.

Les dije que la siguiente estación en la que me detendría era una estación de policía en el Kibbutz Galuyot en Tel Aviv. Y así fue.


Salieron del auto.


llevé a Yael a su casa.


Llegué a mi calle, estacioné, la vecina me vio en shock y bajó para decirme que había comenzado una guerra.


Entré aún más en shock.



Llegué a casa y abrí las noticias por primera vez en 10 años. Comenzaron las sirenas. Pero no pude levantarme del sofá. Todo se sentía tan pequeño en comparación.


Les dije a todos que estaba bien porque no tenía ni un rasguño.


Por suerte algunos pensaron que estaba diciendo tonterías y vinieron a abrazarme.


Empecé a regresar a casa.


Después de una hora ya estaba en casa.


Llegué a las 10:00 de la mañana, Tamar, Yifat y Yonit llegaron alrededor de las 16:00 de la tarde.


Hoy es martes, 10 de Octubre, 3 días después y todavía no he regresado a casa. Me di cuenta de esto cuando estaba en el supermercado y todo mi cuerpo estaba aún en el auto, con Yael, tratando de llegar a casa (desde el supermercado) - es muy difícil de explicar.


Anoche comenzaron a regresar las imágenes que no recordaba haber visto. Supongo que en los próximos días volverán a mí más recuerdos, lamentablemente. Pero a la vez afortunadamente, porque tal vez así mi alma empiece a sanar.


Le escribí a Yael el domingo por la mañana: “Estamos vivas”, y ella respondió: “Y en casa”.

Ella tenía razón. Ninguna de las dos situaciones eran nada obvias.


El único sentimiento que tengo en mi cuerpo es de culpa (por tantas cosas), pero estoy feliz de que mis hijas seguirán creciendo con mamá y papá.

La cantidad de preocupación y las llamadas telefónicas me dejaron claro en qué infierno estábamos. Aún no lo he entendido.


No tengo nada mas que amor en mi corazón, para todos los que estuvieron ahí, para todos los que regresaron, para todos los que no y una preocupación enorme para todos los que fueron llamados a responder ante esto tan terrible e inimaginable que estamos viviendo.


Deseo que todos regresen sanos y salvos.


Porque no se puede soportar más.






Nataly K.

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